Río Chimehuín
- Lugar del río donde la bañaban para bajarle la fiebre. "Felices los mansos porque ellos recibirán la tierra en herencia".
A la entrega de su vida, Dios le acompañó con la cruz. El duro tormento
de la enfermedad se apoderó de Laurita: paradoja tan dura que casi se nos hace
inaceptable o, mejor aún, escandalosa. ¡Qué Dios podría querer el sufrimiento
de sus creaturas! Sin embargo, la lógica del Señor es superadora de la nuestra.
Así, el grano que muere en tierra, da mucho fruto; y el último será el primero;
y el que quiera ser el más importante que sea el servidor de todos. Los remedios por aquel entonces, eran
escasos. Principalmente la terapia con yuyos y muchas otras sabidurías
populares. Entre ellas, los médicos aconsejaron para mejorar su diuresis,
bañarla con agua fría. Así lo hicieron las hermanas, ella consintió buscando
sanarse. En medio del paisaje nevado e invernal, Laura ingresaba al mismo lugar
donde se lavaba la ropa, al final de la hoy denominada calle Don Bosco. Relata
la Directora del Colegio de aquel entonces, sor Ángela Piai: "La heroica
chiquilla obedecía como un corderillo y, a pesar de dar diente con diente
cuando se la metía en el agua, y de temblarle sus débiles carnes como una hoja,
no profería ni una queja."